miércoles, 30 de julio de 2008

Antología de una zoociedad


Existe una cosa de mi Caracas que me llama mucho la atención. En todo lo largo y ancho del valle donde está mi ciudad, se crea el ambiente perfecto para que, en el mísmo código postal y zona horaria, puedan convivir dos fenómenos impresionantes de la zoociedad (sociedad) actual.

Son como el agua y el aceite, el ying y el yang, chávez y bush, batman y el guazón... Son como la materia y la antimateria: si entra en contacto un miembro de cada grupo con el otro, se produce un desequilibrio aural en el universo completo. Además, se rompen las cadenas que controlan el buen vivir de la zoociedad entera. Se produce lo que llaman los expertos como "el encuentro" (del latín: encuentrus que significa encuentro), trayéndo como consecuencia catastrófica el desenlace de la raza humana, por los siglos de los siglos.

Para que entiendan la gravedad del asunto, a continuación prosigo con un informe detallado de las características principales de los personajes antagonistas de nuestra zoociedad.

Grupo I
- Visten pantalones de tubito.
- El macho, posee las bolas necesarias para pintarse el bigote con agua oxigenada.
- Se desplazan en motos y/o metro mayormente.
- La hembra es denominada por el macho como "la que talfi" (del francés: "la quetalfier").

¿Aún no saben de qué zoo-tipo les hablo? Aquí va una más:
- Acuden frecuentemente a matinés en Chacaito, donde hacen una especie de ritual étnico con un ruido que dieron a conocer como "Changa ...... " de "La Máquina Latina".

Pues sí, ¡les hablo de los tukkis! Ese grupo que atrae más y más seguidores por tanto estilo que brota de sus cuerpos, vestidos con lo último que trae la Nike al mercado del Cementerio, pantalones que cortan la circulación del pie, zarcillos de fantasía, y el clásico bolsito pegadísimo espalda, todo un monumento a la distancia y categoría, luciendo una cabellera peinada con un "Sayayin" usualmente acompañado por mechas amarillas.

Ruego por mis disculpas a todos los lectores tukkis o dolientes, pero tenemos que ser honestos. Les pido, a los demás lectores ajenos al clan, que sean convalecientes con estos muchachos (as) tukkis, ya que podrían ser comparados inclusive con los monjes, por la labor heróica de andar vestidos por el siglo XXI de una manera tan subrealista. Seamos honestos, señores, la ropa tukki es la vestimenta del mañana.

Según los Tukkólogos (personas estudiosas de la tukkilogía), existe la creencia de que si matas a un tukki, éste se divide en dos, y ahora tienes dos tukkis. Lo que previene cualquier intento de extinguirlos. Pertenecer a este bando requiere dominar a la perfección el lenguaje de los malandros. Cuando un tukki quiere decir "mi novia tiene puesto unos zapatos muy bonitos" sería traducido literalmente como: "mi jevita lo que polta es unos pisos de lo más calteluos a tres tablas won". Esto, sin agregarle los accesorios clásicos: la perinola y el celular con changa a todo volúmen.

Vemos pues, el recorrido que hemos hecho por las más impresionantes cuestiones de nuestra propia zoología, vista desde uno de sus bandos. Ahora vamos al personaje antagónico.

Grupo II.
- No pisan el metro, ni porque ocurra un ataque nuclear, y cuando lo hacen, se lo cuentan a todo el mundo.
- "Somos tu y yo", causó revuelo en sus mentes, lo que trajo como consecuencia el sobre uso de una palabra: osea, que se usa para sustitur cualquier otra palabra. Osea, como un impostor del castellano.
- Ir al centro de Caracas, es como ir a la luna.
- El macho debe necesariamente tener un carrito "de pinga".
- La hembra debe necesariamente haberse puesto lolas o estar entrando al quirófano para ponérselas.

¿Nada todavía? Sigamos:
- Su ambiente natural es el Centro San Ignacio o el Centro Paseo El Hatillo.
-Si no tienes Facebook, es como si no hubieras nacido. Podrás tener cédula, pero el Facebook es más importante.

Pues sí, nuestro segundo grupo son Los Sifris, seres super nice que glorifican al Ipod Todopoderoso. Son extranjeros viviendo en Venezuela, pobrecitos, incomprendidos por todos los sacrificios que aquí hacen. ¿Cómo vivir sin un SevenEleven?. Aman cualquier cosa que tenga las letricas U.S.A precedidas del "made in".

El sifri macho común sube cerro es cu
ando tiene que hacer ejercicio. Su oído es alérgico a la música criolla venezolana y cuando la oye se desorienta porque cree que está de viaje y comienza a darle golpecitos al Ipod porque cree que se quedó sin pila. Aman con locura lo nuevo. Saben al pelo en qué municipio queda Disney, pero no tienen ni idea de cómo llegar a Barinas. Su vestimenta varía según los gustos, pero el sifri sigue el lema de que marca es marca.. lo demás es monte y culebra.

Los Sifrinólogos (aquellos seres que dedican su vida a estudiar la Sifrinología) destacan que la característica más relevante es que son pantalleros. Les encanta ser sufridos. Si matas a un sifri, cometiste un error ¿ok? porque seguramente llegarán los de CSI a tu puerta y te arrestarán. Además, los sifris de ahora gozan desde chiquitos sifrinmunología, que los proteje de cualquier contacto que tengan con una persona niche.

El sifri tiene tendencia a consumir cualquier cosa que diga "light". De hecho, si le colocas al frente una piedra que diga light, lo más probable es que te la compre y se la coma. Así mismo, gozan de un lenguaje propio en códigos peligrosísimos. Si usted quiere decir "No estoy de acuerdo contigo" deberá gesticular: "helloooo... osea niño búscate una vida en google".

Es por esto y otras cosas más, que parar a un tukki frente a un sifri provoca la hecatombe de nuestra zoociedad. Lo mejor de todo sería meterlos en un cuarto y ver qué sucede. Se quedarían viendo, burlándose uno del otro, sin hablarse porque ambos saben que no se entenderían. Hasta aquí entonces, esta humilde antología de los personajes más interesantes de nuestra zoociedad. Sea tukki, sea sifri... sea lo que usted quiera ser, aquí en Gracias al Ocio, nos burlaremos de usted.

martes, 15 de julio de 2008

Juegos de Seducción



Voy a ser tu mayordomo...
Y vos harás el rol de señora bien,
O puedo ser tu violador...
La imaginación,
Esta noche todo lo puede..


Aquella tarde pequeñas gotas de una suave llovizna mojaban las calles de Caracas y como guinda en un postre, la luz eléctrica brillaba por su ausencia, convirtiendo la capital en la sucursal del infierno. Aproveché los minutos de paz que me brindó la oscuridad para prender un cigarrillo y pensar en mi relación con Cristina. Realmente estaba por el suelo nuestro noviazgo. Desde un tiempo para acá sólo nos veíamos cuando coincidíamos en el baño de nuestro apartamentico alquilado, si acaso, y las oportunidades de rescatarlo se vinieron a pique cuando me vi durmiendo en el sofá, al lado del gato.
Miraba por la ventana, mientras me llamó la atención un motorizado que hacía lo imposible por pasar entre dos camiones. Era delivery de pizza, con la caja atrás en la moto, vestido de uniforme ridículo con gorra. De ahí, de esa pinta, salió mi primera idea para reconquistar a Cristina.

Llegué a la puerta de nuestro apartamento. Vestido de pies a cabeza como un repartidor, agarrando con una mano una tela de cuero que cubría una caja de pizza llena de pétalos de rosas y juguetes eróticos. Toqué el timbre, esperé a que me examinaran por el ojo mágico, y apareció detrás de la puerta la señora de la casa.

- Buenas tardes, vengo a entregar mi pedido- dije con la voz más sexy que me pudo salir.-
-Buenas tardes señor, pero yo no pedí pizza, debe ser un error-
- La pizza esta a nombre de la señorita Cristina, y la descripción dice una despampanante rubia, con un cuerpazo igual al de usted. ¿Se encontrará ella por aquí?-
- Pase adelante, ya le pago.-
- Si me puede regalar un vasito de agua, está haciendo mucho calor. - Empecé a quitarme la ropa.
- Agua por los momentos no tengo, pero si le puedo quitar la sed con otra cosa.-
- Bueno señora, a ver, ¿qué tiene por ahí que pueda satisfacerme?-
- A ver, bueno tengo juguito…-
- No hablaba de tomar, precisamente, señorita. - Abrí la caja de la pizza y Cristina hizo un esfuerzo por aguantar la risa.
- ¿Cómo le dicen a esa?-
- A esa… a esa le decimos… "Just Love"- me acerqué, la tomé entre mis brazos y recorrí cada centímetro de su cuello con mis labios.
- Eres el repartidor más atrevido que he visto en mi vida- me dijo
- Y eso que… aún no entrego mi pedido- le respondí.

Esa tarde, había creado el más increíble juego de seducción. Hubo muchas tardes como esa, hubo también muchos personajes, desde policía pasando por bombero, hasta de plomero grosero…
Sólo el tiempo me hizo experto en el placer amarte de maneras distintas. El paso de los días me había convertido en el ganador de nuestro juego. Nuestro juego de seducción.

Estamos solos en la selva,
Nadie puede venir a rescatarnos,
Estoy muriéndome de sed,
Y es tu propia piel...
La que me hace sentir este infierno.

Addenda: No había tenido la oportunidad de agradecerles a todos los que me leen por el cariño que recibí en los días después del cumpleaños del blog. Gracias de verdad.
Por cierto, los últimos textos han estado medio fumados ¿no creen?. Con eso cumplí lo del monólogo, que después de una historia triste viene una de amor. Sólo me gustaría una cosa, que Cristina existiera... y que no fuese rubia.

martes, 1 de julio de 2008

Monólogo de lo Absurdo

Sube telón. Comienzo parte I. Intérprete parado a un lado del escenario vacio, luz tenue ilumina sólo el centro.
-¡Desadaptado, marginal!- me gritó algo desde el cielo, creo yo, al ver la totalidad del esplendor de mi órgano reproductor sexual, ahí, frente a aquella pared blanca, en la cual caía el líquido que mi cuerpo no quiso y que los biólogos llaman orine.

Giré sobre mis talones para responder el grito, alcé la mirada y logré ver una señora asomada por la ventana. -Cochinaaaa.. ¿qué haces tú viendo?- me di cuenta que aún seguía orinando, lo que causó una mancha con forma de arcoiris en la desdichada pared blanca que aceptaba mis improperios.

-Voy a llamar a la policiaaa- volvió a recriminarme.

-¿Y yo tengo la culpa que me den ganas de orinar justo aquí, en la pared de tú casa?. Lo lamento, señora vieja, pero déjeme ejercer mi derecho o voy a ser yo quien llame a las autoridades- contesté, levantando mi dedo índice, como cuando alguien dice algo importante.

Derrepente, sentí un corrientazo, un chorro de agua fría directo a mi ombligo, impactante, que por efectos de la impelable gravedad llegó a la totalidad del esplendor de ya saben quien, causando una acción retractil, parecida quizás, a la de las tortugas cuando se les molesta.

Pronto dejó de ser un chorro... para convertirse en mi propia cascada... y me vi empapado repentinamente, inclusive vi como volaba hacia mi un tobo lleno de agua, con el propósito de mojar cualquier cosa que se atreviese a estar en mi cuerpo.

-Vieja me mojaste- alcancé a gritar, temblando de frío.

-Vete borracho impertinente- respondió.

-¿Que me vaya?. Ahora que me mojas, ¿quieres que me vaya?, si me mojaste es porque querías verme desnudo.- Respondí, atreviéndome a ser sincero con mi contrincante. Y empecé a quitarme la camisa lentamente, cantando para mi la típica canción del striptis o como sea que se escriba, porque cantarla en voz alta hubiese sido una pérdida de tiempo. Me vi despojado de mi pantalón, mis medias siempre de color negro, las que me enseñó mi padre a ponerme, mi interior desteñido de otro color, todo, absolutamente.

-Aquí me tienes, como me lo pediste- grité, con todas mis fuerzas.

-Ya llamé a la policía, borracho...- Fue lo último que escuché de mi querida amiga. Al poco rato me atacó la nostalgia, no pude mantener nisiquiera esta nueva relación con esa señora, que no tuvo la culpa, de que alguien como yo tuviese la valentía de hacerla despertar con mis hazañas. Me senté en el filo de la acera, desnudo, mojado, y llorando, a esperar que mis nuevos amigos viniesen a buscarme.

Y aquí estoy, señor oficial, desnudo, mojado y llorando. Dándome golpes en el pecho por lo cruel que he sido. ¿Cree usted que debo ir a tocarle la puerta para pedirle su misericordia?. O acaso ¿debe ella acercarse hasta mí, y rogarme por nuevas fechorias en la pared de su casa?.

Se oscurece el escenario.
Comienzo parte II, intérprete se cambia de vestuario. Iluminación más intensa. Escenografía: una silla en el centro.

Hice lo que me dio la gana en mi vida de adolescente. No lo puedo negar yo, ni tampoco aquella señora que por una noche se convirtió en mi confidente.

Las consecuencias de la borrachera decidieron salir a la luz pública justo en el momento en que pasaba por aquella casa, y a partir de esa acción me vi encerrado en un calabozo junto a otros desadaptados meones, hasta donde quiero recordar.

Parece ilógico que con el estilo de vida que llevaba me hayan arrestado por orinar; pero ahora que lo pienso en frío, fue la gota que derramó el vaso que contenía mi vida de criminal.

El estar ahí me abrió los ojos. Estar encerrado me permitió ser libre, por muy paradójico que suene. Mi vida se convirtió en una propaganda de esas que venden cosas por televisión, con un antes y un después que estaba por construirse. Llame ya, al teléfono que ve en pantalla si desea cambiar su estilo de vida.

Desde aquel entonces, no volví a pasar por esa parte del pueblo. Hasta que un día decidí cerrar el círculo, para terminar algo que debí haber hecho hace tiempo. Caminé hasta la casa, me llené de valentía para tocarle el timbre y contarle quién era a la señora. Justo en esa ventana, apareció la chica más linda que mis ojos jamás hayan podido ver. Le pregunté si se encontraba la señora de la casa, y en ese momento rompió en llanto, con palabras entrecortadas alcanzó a decirme que su madre había muerto hace tiempo. Quise llorar con ella, pero sólo bajé la cabeza.

Me preguntó quién era yo y cómo había conocido a su madre. Fue entonces cuando decidí mirarla de nuevo, a los ojos, para convertirla en la espectadora principal de mi historia, y quizás, con suerte, en protagonista.

Dicen las malas lenguas, que siempre después de una historia triste, aparece una de amor.

Final parte II. Se oscurece el escenario. Cae el telón.