sábado, 14 de febrero de 2009

Tu sonrisa

Esa mañana tu sonrisa se guardó en mi memoria y por mucho que lo intentara, no podía dejar de verla. Esa mañana, después de haberte conocido, intenté mil cosas para hacerte reir.

Aquella tarde rompí demasiadas barreras en mi mente y me atreví a pedirte tu número. No me importó que tu mamá me viera. Tampoco que los demás lo supieran. Había algo dentro de mi que me impulsaba a seguir cada paso hacia donde estabas y gritar tu nombre.

Mi sangre se enturviaba con sólo pensar en no saber más nunca de ti y dejar mi vida sin esa sonrisa. Me daba escalofrío, lo admito. Mis piernas se movían solas hacia ti, mi mirada no te dejaba en paz. Era como una dulce adicción.

Esa tarde moría por rozar tu mano y decirte algo al oído. Hubiese dado todo por susurarte lo linda que eres. Fuiste tan atrevida que provocaste ríos de adrenalina a través de mis venas, y justo ahí desapareciste.

Me dejaste con un sabor extraño en la boca y más aún, con un eco en mi mente que me hacía volver a aquellos labios de miel, una y otra vez. Esa noche dormí soñando en esos ojos color de luna, tan puros, tan inolvidables.

Hubo una noche que volví a ser niño cuando mi teléfono sonó y vi que era un mensaje tuyo. Mi corazón respondió apurando sus latidos, mis dedos tenían propia vida. Fue fantástico. Ya tenían pensada cada palabra.

Soy inocente de lo que siento, porque es tan expontáneo que no me da ni tiempo de pensarlo.

Creo que es tu sonrisa...
... la culpable de todo ésto.



Addenda: ... puntos suspensivos y muchos suspiros.... Feliz Día

miércoles, 28 de enero de 2009

Arpa, cuatro and Maraca's in Crack-ass (I)


Se escuchaban sólo unos pasos solitarios al fondo del pasillo desierto. Las sillas vacías e incómodas del corredor habían sido su acompañante durante la noche, y mientras la ansiedad contaminaba minuto tras minuto su sangre, se impacientaba esperando que su novia saliera de aquél cuarto del hospital deprimente y oscuro en el que yacía desde ayer.

No había logrado conciliar el sueño más de 5 minutos en toda la madrugada, cuando el ruido de una ambulancia que llegaba a emergencias lo había traído de vuelta a la realidad.

Con las primeras luces del alba fueron llegando los primeros inquilinos de aquél lugar de paredes mugrientas. Los fue examinando con la vista a medida que se iban sentando, todos, lejos de él. La mayoría era gente que esperaba respuestas de algún familiar que había ingresado de emergencia. Esa mañana, la gente de ahí jugaría a la ruleta rusa del Pérez Carreño.

El lugar se fue llenando lentamente, hasta que los recién llegados se vieron en la necesidad de sentarse cerca de él, evitando los prejuicios de verlo con la camisa llena de sangre.

Justo en la silla siguiente, se sentó un hombre alto, bien peinado, vestido a la perfección con un traje negro, nada acorde al lugar. Tenía en sus manos el periódico del día. Lo abrió de par en par, como si fuera a leerlo. Pero en vez de eso, volteó hacia él.

- Te conozco, y sé porqué estás aquí- le dijo, en voz muy sutil.

Juan se aclaró la garganta y sin inmutarse respondió - ¿Quién eres?.-

- Hoy, puedo ser tu mejor amigo o tu peor pesadilla.-

Hubo una pausa- ¿Te conozco?¿Cómo sabes quién soy?-

- Creo que eso no es lo más importante. Lo importante es que si quieres que la chica que está allá adentro siga viva, debes acompañarme.-

-¿Qué quieres de mi?-

-Dentro de unos segundos me levantaré y saldré de esta sala por el pasillo. Me pararé en el umbral de la puerta. Estaré allí esperándote.- Dobló por la mitad el periódico. Buscó dentro del bolsillo del traje y sacó un revólver, tapándolo con el periódico. -A no ser que tú tengas otra idea. Si te tardas más de cinco minutos, entenderé.-

Se quedó sentado viéndolo alejarse. Miró para todos lados, pero cada quien se encontraba sumergido en su propio mundo. Esperó un largo rato, se levantó y caminó hasta el final.

- Bien, acompañame.- le dijo el hombre, llevándolo a una esquina solitaria. - Ahora quiero que escuches bien mis palabras y que no las olvides. Cualquier cosa que hagas o no hagas que vaya en contra de lo que yo diga, pondrá en peligro la vida de ella y la tuya. ¿Quedó claro?-

Juan asintió con la cabeza. -Bien, sígueme.-

Salieron del hospital por la puerta principal. Justo en la calle, frente a la fachada, se encontraba una camioneta azul sin placas con las luces intermitentes. Ambos hombres entraron en la parte posterior y la camioneta arrancó.

- Para que veas que ésto no es un juego te voy a explicar cómo funciona todo. Tu novia está dentro de ese edificio con unas enfermeras que, digamoslo así, no son las más correctas del mundo. Con sólo una llamada, tu novia pasará a mejor vida. ¿Entiendes?. Ahora, ésto es lo que quiero que hagas. ¿Qué tan bien conoces La Candelaria?.

- He ido varias veces. - respondió Juan, temeroso.

- Perfecto. Iremos a una tasca que se llama La Cita. Una vez adentro buscarás en la barra a un mesonero llamado Víctor. Él te indicará la mesa donde está un señor. Le vas a entregar este paquete y le vas a decir que lo abra inmediatamente. Una vez que lo hayas visto abierto, te vas a regresar a la camioneta. ¿Quedó claro?.

- Sí, por supuesto. Víctor, paquete, señor, camioneta.- respondió

- Cámbiate la camisa por esta, así no llamarás tanto la atención.-

Llegaron al lugar y Juan se bajó. Entró a la tasca y le preguntó a un mesonero si había un lugar donde llamar urgentemente. El mesonero le respondió que en la entrada hacia los baños había un teléfono público. Caminó hasta allá cuando otro mesonero repleto de vasos tropezó con él. El estruendo fue tal que la mayoría de los presentes volteó. Se le acercó un hombre canoso.

-Amigo mio, venga por acá para que se limpie. Le daré un paño, venga, venga.- Caminaron juntos hasta cerca de la barra y en voz baja le dijo -...por cierto, soy Víctor, recuerde que la vida de su novia es proporcional a su nivel de estupidez. Ahora, ¿ve esa dulce dama en aquella mesa?. Si, exactamente, la de los pechos gigantes. Vaya para allá y procure no tropezarse ni distraerse en el camino. Pregunte por Pedro Camacho.-

Juan caminó hasta la mesa con el paquete en la mano.

-Buenas tardes. ¿Quién es Pedro Camacho?.- preguntó en voz alta.

- Yo mismo soy. ¿Quién me busca?- le respondió un viejo gordo vestido al estilo de los ochenta.

-Traigo esto para usted y es necesario que lo abra acá mismo- ordenó.

-¿Y qué pasa si no quiero abrirlo?-

Juan se acercó al gordo, lo miró frente a frente -Maldita escoria, si no abres esa mierda, al salir de aquí te meto cuatro pepasos en la nuca y quedarás como carne de cerdo, viejo imbécil.-

El viejo gordo rompió el sobre de inmediato. Abrió la cajita que estaba adentro y pegó un grito lanzándola. La cajita cayó en la mesa y de ella salió rodando un ojo humano congelado. Juan salió corriendo entre las mesas, llegó a la calle y se metió dentro de la camioneta.


martes, 27 de enero de 2009

Arpa, cuatro and maraca's in Crack-ass (II)


-¿Qué carajo fue eso?,¿ustedes están locos o qué?- preguntó Juan, una vez dentro de la camioneta, desesperado.


- Creo que debes calmarte y enfocarte en tus propios asuntos.- le respondió el hombre del traje que estaba sentado al lado de él. -Ahora quiero que me escuches con detalle... ¿me estás oyendo?-


-¿Porqué a mi? ¿Porqué buscarme para hacer eso? ¿Porqué no me dejan en paz? ¡No tengo real, no tengo nada! ¡Déjenme ir!- gritó Juan. -

La camioneta se introdujo en el tráfico de Caracas con sus ocupantes en silencio. Juan pensó en escaparse, en abrir la puerta de la camioneta y saltar. Colocó su mano en la manilla y la haló bruscamente. No ocurrió nada y el hombre del traje se echó a reir.

-¿Ya dejaste de patalear?- le preguntó, al cabo de unos minutos, sin obtener respuesta. La mirada de Juan divagaba por la ventana.

-Escúchame, por tu propio bien. Pronto te dejaremos tranquilo. Lo próximo que harás tiene que ver con una funeraria. ¿Te gustan las funerarias?. Me imagino que sí. En la Florida, hay una que se llama Vallés.-

Seguía con la mirada perdida a través de la ventana. -Espero que me estés escuchando.- continuó el hombre del traje.

Juan se volteó -¿Es lo último que tengo que hacer? ¿Nos dejarás en paz?-

- Todo depende del éxito que tengas. Presta atención: en esa funeraria está un gran amigo mio y quiero saludarlo. Te dejaremos a una cuadra y caminarás hasta la entrada. Irás hacia la parte izquierda donde está una capilla muy pequeña.- Le puso un revólver en las manos.

-¿Para qué me das eso?- preguntó Juan.

- Las cosas podrían complicarse y en tal caso deberás sacarla. Tranquilo, no te emociones, no tiene balas.- Le entregó la fotografía de un hombre moreno y fornido. - Quiero que me lo traigas. Te estaremos esperando afuera. - Hubo una pausa -... por cierto, cámbiate la camisa. No sé qué habrás hecho para mancharte de nuevo.-

Juan comprobó que ésta vez la puerta de la camioneta sí abría.

-¡Ah!, casi se me olvidaba, cuando vengas de regreso procura correr rápido. Te hará falta. Ya verás. -

El calor en la calle a media mañana era agobiante. Las piernas le temblaban al caminar. Miró para todos lados y escondió el revólver en el bolsillo de su pantalón. Había una multitud aglomerada en la entrada de la funeraria, se introdujo a través de ella sin mirar a nadie. Caminó hasta la parte izquierda donde un letrero rezaba "Capilla Luis XVI". Se paró en el pórtico y echó un vistazo hacia dentro.

Habían pocas personas, todas hablaban en voz baja. Al fondo había una señora sollozando. Entró sin que nadie diera cuenta de su presencia y caminó hasta sentarse al lado de la señora.

- Mi sentido pésame, mi doñita. - le dijo.
- Gracias jóven. - le respondió la señora -¿Usted conocía a mi hijo?-
- Sí, llegué a tratarlo un par de veces. - Sacó la fotografía de su bolsillo. - Por cierto, mi doñita, ¿ha visto usted a este hombre por acá?-

La señora se hechó a llorar desconsoladamente. Algunos de los presentes voltearon a verlos.

-Mil disculpas, pero ¿lo conoce?- preguntó Juan

La señora señaló el ataud y se undió en sus propias lágrimas. Juan se levantó, dio unos pocos pasos para descubrir su cruel destino: el hombre de la fotografía era el mismo que estaba muerto.

Arpa, cuatro and maraca's in Crack-ass (III)


Juan giró sobre sus talones. Frente a él, la señora aún lloraba con la intensidad de una regadera. Le invadió el deseo de sentarse con ella y acompañarla en su calvario, pero en vez de eso decidió que lo mejor sería regresar a la camioneta, sin importar que fuese con las manos vacías.

El destino jugó su papel clave: Juan pensó que antes de montarse en la camioneta sería conveniente pasar primero por el baño. Salió de la capilla, caminó unos pocos pasos y entró en el de caballeros.

Se dispuso a hacer lo propio en el urinario, cuando vio por el reflejo del espejo que entraba un hombre moreno y fornido, de parecido asombroso al de la foto. La sorpresa de Juan hizo que perdiera el equilibrio mientras orinaba. Pensó que era una mala jugada de su mente, que no podía haber visto a dos hombres iguales.

El hombre musculoso se metió en uno de los cubículos del baño y cerró la puerta. Juan no le encontraba explicación a lo que había visto, pero sabía que debía hacer algo para averiguarlo. Se metió en el cubículo de al lado, se bajó los pantalones para no levantar sospechas y esperó. Después de unos minutos, el hombre musculoso salió. Juan se subió los pantalones, abrió la puerta, sacó el revólver y con los brazos extendidos lo puso en la nuca del hombre.

- Quédate muy quietecito o te mato.- dijo Juan, en voz baja. El hombre no se inmutó ni se movió, parecía que no era la primera vez que alguien lo apuntaba con un arma.

-¡Camina! - le ordenó Juan. Ambos hombres entraron de nuevo a uno de los cubículos.

- No te aconsejo que me hagas algo.- dijo el hombre -Afuera están esperándome y si ven algo raro te.... -

Juan lo interrumpió - ¡Cállate!, te pones bruto y disparo.- continuó -Escúchame, no quiero peos contigo. Vas a hacer exactamente lo que te diga: afuera nos está esperando una camioneta, vas a caminar al lado mío muy tranquilito. Haces cualquier movimiento y te quedarás en el mejor lugar para morir. ¿Quedó claro?-

El moreno asintió con la cabeza. La diferencia de tamaño entre los dos hombres era evidente. Aún así, Juan le ordenó que lo abrazara. Otra hubiese sido la historia si tan sólo el hombre musculoso hubiese sabido que el arma era inservible. En cambio, ambos salieron del baño y caminaron por el corredor, mientras Juan mantenía el cañón del revolver apretado contra su enorme pierna.

- ¡Epa Jorge, ¿pa' dónde vas?!- se oyó una voz detrás de ellos.

El moreno giró su cabeza y Juan hundió el arma contra su pierna. - Tranquilito te dije.-

Estaban a punto de salir a la calle cuando comenzó el caos. El otro hombre que estaba detrás de ellos sacó una pistola 9 m.m y apuntó a Juan. Haló el gatillo y por fortuna, la bala pasó oliendo su piel. El hombre fornido intentó alejarse pero Juan sacó su revólver y se lo colocó en el cuello. Otros dos disparos sonaron.

De repente el estruendo fue tremendo, de la camioneta salieron dos hombres armados y abrieron fuego contra la funeraria. Juan y su acompañante quedaron atrapados entre ambas ráfagas y no tuvieron más remedio que echarse al piso. Uno de los hombres bien vestidos y fuertemente armado agarró al moreno musculoso por la ropa y a la fuerza logró meterlo dentro de la maleta de la camioneta.

Juan se quedó petrificado en el piso, mientras toda la gente en la funeraria corría hacia todos lados. El otro hombre bien vestido del hospital se le acercó.

- ¿Vienes o te vas a quedar a charlar otro rato?- le preguntó a Juan.

Decenas de testigos vieron a los hombres entrar al vehículo y alejarse a toda velocidad por la calle hasta cruzar a la derecha en la Avenida Libertador. El amigo del moreno que estaba dentro de la funeraria recibió un disparo en el pecho y falleció a los pocos minutos. Fue la única persona herida en el tiroteo.

Arpa, cuatro and maraca's in Crack-Ass (IV)

Los cauchos rechinaron contra el pavimento a medida que derrapaba para entrar en la Cota Mil. El chofer undió el pie en el acelerador y se escuchó un rugido de pura potencia, mientras lograba probar con éxito la estabilidad de la camioneta y su habilidad para zigzaguear entre los demás vehículos.

El hombre elegante en la parte de atrás no parecía haber sudado ni una gota. A su lado, Juan se miraba el brazo con una pequeña quemadura. Su mente se había convertido en un manojo de dudas: ¿por qué había visto dos hombres iguales?¿qué querían estos tipos con aquél moreno?¿lo dejarían en paz después de haber pasado por tanto?.

El poco tráfico a esa hora por la Cota Mil, rumbo al Este de la ciudad, daba la impresión que había sido una sutileza bien planeada para escapar. Jorge, el moreno musculoso, miraba por la ventana de la maleta cómo los demás carros quedaban atrás.

El hombre de traje colocó sus rodillas en el asiento y se volteó hacia la maleta.

-Querido Jorge. ¿Cómo te sientes?-

Jorge intentó pararse y agarrar al hombre, pero con un derroche de habilidad lo evadió y sacó de su chaqueta una pistola.

- Me estoy fastidiando Jorgito y tu sabes qué pasa cuando yo me canso. No me obligues, por favor, a llenar otro carro con la misma sangre. -
- Malparido- respondió Jorge, sentándose de nuevo.
- Sí, lo sé. Pero tú también sabes, Jorgito, que uno en esta vida no puede ser tan charlatán. Y precisamente tu hermano, ¡aaah!, ¡tan chevere que era ese morocho tuyo!, se pasó de la raya con mi confianza.- Hubo una pausa - Jorgito, tú me conoces. No sé porqué tuvo que terminar así.-
-¿Qué coño quieres?-
-Paciencia. Ya sabrás. Ahora, quiero que te comportes allá atrás, ¿te parece?-

El hombre se sentó de nuevo y volteó hacia donde estaba Juan.

-Me dijiste que después de ésta me dejabas ir- le dijo Juan.
-Amigo mío, creo que esas palabras jamás salieron de mi boca-
-¡No mientas! - Juan alzó la voz. - ¡Dijiste que todo dependía de mi éxito!-
-Exactamente. Todo dependía de tu éxito. Y como ciertamente lo tuviste, deberás hacer una cosa más.-
-¿Una cosa más?. ¿Qué crees que soy yo?, ¿un matón de los tuyos?. ¡Déjame ir!-
-¡Detén la camioneta!- gritó el hombre -Escúchame maldito imbécil, tienes dos opciones: una, te bajas, te vas y tu novia muere. Dos, te quedas y haces lo que digo. Tú eliges. Tienes treinta segundos para decidir.

Juan abrió la puerta.

-Tú sabes bien lo que voy a elegir- y volvió a cerrarla. -Espera un segundo, ¿podré hacer pipí acá antes de continuar?- preguntó Juan.
-¿Acá? ¡No, olvidalo!- respondió el hombre
-Por favor, me hago pipí- rogó Juan

El hombre hizo un ademán de desprecio y le permitió salir.

En la funeraria, cuando Jorge y él iban caminando abrazados, logró meterle la mano en el bolsillo y sacarle el teléfono celular. No podía desperdiciar esa oportunidad, caminó hasta darle la espalda al vehículo y marcó el teléfono de su novia. Puso el teléfono en altavoz colocándolo en su entrepierna. El celular comenzó a repicar. Esperó un momento hasta que contestaron.

-Patri...- alcanzó a decir y colgaron. Enseguida comenzó a marcar de nuevo los números con desespero. Repicó de nuevo.

-¡Juan!- gritó el hombre del traje bajándose de la camioneta.
-¡Ya termino! - respondió Juan.
-¡Tranca antes que te caiga la contestadora! - dijo el hombre mostrándole el teléfono de su novia.

Juan se regresó cabizbajo y se montó nuevamente.

-Buen intento, no puedo negar que fue inteligente. - dijo el hombre - Escúchame, pronto te dejaremos en paz. Ahora, ¿te gustan los hoteles cinco estrellas?-
-Me encantan- respondió Juan irónico y resignado.
-Perfecto. Vamos en camino al Marriott de El Rosal. Es un hotel lujoso, así que estarás bien vigilado por el personal. Por lo tanto, tendrás que actuar con mucho cuidado. Hay un salón enorme que se llama Michelena donde hay una convención de médicos-
-Bien, ¿los mato a todos?-
-No, déjame el sarcasmo a mi. Deberás buscar a Manuel Moncada y una vez que estés al lado de él me llamarás. Ni antes ni después, ni tampoco a más nadie. ¿Quedó claro?-
-Sí, muy claro. ¿No me vas a dar una pistola o algo?-
-No será necesario- le respondió el hombre.

El hotel Marriott de Caracas goza de tener una de las mejores salas de conferencias de toda la capital. A los pocos minutos la camioneta se colocó en las puertas del hotel y Juan se bajó ante la mirada inédita de los botones que allí se encontraban. Atravesó la puerta. A la derecha estaba la lujosa recepción. Uno de los agentes de seguridad del hotel se le acercó.

-¿Puedo ayudarlo en algo, señor?- preguntó el guardia.
-Busco el salón Michelena. Soy asistente de uno de los médicos y necesito ubicarlo urgentemente. Hay una emergencia con un paciente-
-El salón Michelena se encuentra al fondo de ese pasillo a la izquierda y de nuevo a la derecha. Al bajar las escaleras puede conseguir la entrada al salón-
-Ha sido usted muy amable-

Juan caminó exactamente como el guardia dijo y llegó hasta la puerta del salón. El lujo del hotel le hacía recordar con ironía al lugar donde todo esto había comenzado. Alrededor se encontraban muchos hombres hablando en varios idiomas. Entró directamente hasta el fondo, cerca del podio, donde un señor hablaba en inglés de, quizás, las últimas tendencias en cirugía. Juan se colocó al lado del extranjero y éste lo miró con sorpresa.

-I'm sorry. ¿Can I help you?-
- Sí, sí. Un segundo nada más. - acercó su boca al micrófono -¿señor Manuel Moncada?, por favor el señor Manuel Moncada se le solicita en la recepción. Su vehículo está mal estacionado-

Justo se levantó un hombre medio calvo y con un bigote abundante, empezó a caminar hasta la puerta. Juan se percató y lo alcanzó corriendo.

-¿Es usted Manuel Moncada?- preguntó Juan.
- Sí, pero no entiendo para qué les di la llave, si hay un problema con mi auto deben resolverlo ustedes mismos-
-Señor, no hay ningun problema con su carro-
-¿Entonces, para qué carajo me sacas?-

Juan le puso el teléfono en el oído. Al cabo de unos segundos Manuel Moncada respiró profundo. Sólo contestó que estaba de acuerdo con lo que el hombre del traje le estaba diciendo.

-Creo que debes venir conmigo. Se trata de tu novia, que por cierto, ya no está más en aquél hospital-

jueves, 15 de enero de 2009

Los choros también toman vacaciones


Caracas.- La capital venezolana amanece diferente durante cada día de enero y no es porque haya cambiado algo en su geografía o en su política, sino que ha sido sorprendida por un fenómeno poco visto en los demás meses del año: Caracas está desprovista de choros.

Hay quienes se preguntan extrañados del inusual cambio en la vida diaria, hay otros que creen que es una broma de una cámara indiscreta, y existen otros eruditos policiales que no logran dar con las causas del milagroso acontecimiento.

Debido a esto, el equipo de reporteros de Gracias al Ocio, sedientos de información, agarraron metro y se dirigieron a los alrededores de la estación Petare, para conocer el origen de los hechos. Allá se conseguieron con un trabajador del gremio, que prefirió mantenerse en el anonimato, quien les relató que "Bueno el mio tú sabes que chaaaamo, después de chambiar bulda en diciembre lo que quedamos fue mamaos... entonces como te decía won, nos agarramos unos días y tal.. pa sacar a pasiar a los pelaos y andar con la jevita por ahí", con lo que destacó la importancia de las relaciones familiares.

Dulneidys Bárcenas, trabajadora informal de la zona, comentó que "mira mijo esto está peor que pupú de pato. Acá no hay ni un alma, la gente ya no quiere venir porque dicen que ya no está el atractivo turístico de acá ¿ves?", con lo cual nos confirma que la situación también afecta la economía.

Poco después lograron hablar en su despacho con Yulkeidor de Jesús Marcano, vocero oficial de la Organización Civil "Cero Boleteo", quien les confirmó la noticia del repentino asueto. "Es verdad que ya no hay más choros dando vueltas por ahí, pero la causa es justa, ya que los trabajadores del ramo merecen su descanzo como cualquier otro trabajador. Tenemos planificado retomar las actividades en la tercera semana de Enero, para darle chance a que la gente cobre quincena, y tengamos de dónde trabajar. A finales de Enero, lo más seguro, es que se reincorporen algunos compañeros que tenían vacaciones vencidas y se volverá a la total normalidad."

De tal manera que sólo es cuestión de tiempo para que todo vuelva a ser como el año pasado. Queda esperar a finales de Enero para que la delincuencia nos agarre confezados.