martes, 27 de enero de 2009

Arpa, cuatro and maraca's in Crack-Ass (IV)

Los cauchos rechinaron contra el pavimento a medida que derrapaba para entrar en la Cota Mil. El chofer undió el pie en el acelerador y se escuchó un rugido de pura potencia, mientras lograba probar con éxito la estabilidad de la camioneta y su habilidad para zigzaguear entre los demás vehículos.

El hombre elegante en la parte de atrás no parecía haber sudado ni una gota. A su lado, Juan se miraba el brazo con una pequeña quemadura. Su mente se había convertido en un manojo de dudas: ¿por qué había visto dos hombres iguales?¿qué querían estos tipos con aquél moreno?¿lo dejarían en paz después de haber pasado por tanto?.

El poco tráfico a esa hora por la Cota Mil, rumbo al Este de la ciudad, daba la impresión que había sido una sutileza bien planeada para escapar. Jorge, el moreno musculoso, miraba por la ventana de la maleta cómo los demás carros quedaban atrás.

El hombre de traje colocó sus rodillas en el asiento y se volteó hacia la maleta.

-Querido Jorge. ¿Cómo te sientes?-

Jorge intentó pararse y agarrar al hombre, pero con un derroche de habilidad lo evadió y sacó de su chaqueta una pistola.

- Me estoy fastidiando Jorgito y tu sabes qué pasa cuando yo me canso. No me obligues, por favor, a llenar otro carro con la misma sangre. -
- Malparido- respondió Jorge, sentándose de nuevo.
- Sí, lo sé. Pero tú también sabes, Jorgito, que uno en esta vida no puede ser tan charlatán. Y precisamente tu hermano, ¡aaah!, ¡tan chevere que era ese morocho tuyo!, se pasó de la raya con mi confianza.- Hubo una pausa - Jorgito, tú me conoces. No sé porqué tuvo que terminar así.-
-¿Qué coño quieres?-
-Paciencia. Ya sabrás. Ahora, quiero que te comportes allá atrás, ¿te parece?-

El hombre se sentó de nuevo y volteó hacia donde estaba Juan.

-Me dijiste que después de ésta me dejabas ir- le dijo Juan.
-Amigo mío, creo que esas palabras jamás salieron de mi boca-
-¡No mientas! - Juan alzó la voz. - ¡Dijiste que todo dependía de mi éxito!-
-Exactamente. Todo dependía de tu éxito. Y como ciertamente lo tuviste, deberás hacer una cosa más.-
-¿Una cosa más?. ¿Qué crees que soy yo?, ¿un matón de los tuyos?. ¡Déjame ir!-
-¡Detén la camioneta!- gritó el hombre -Escúchame maldito imbécil, tienes dos opciones: una, te bajas, te vas y tu novia muere. Dos, te quedas y haces lo que digo. Tú eliges. Tienes treinta segundos para decidir.

Juan abrió la puerta.

-Tú sabes bien lo que voy a elegir- y volvió a cerrarla. -Espera un segundo, ¿podré hacer pipí acá antes de continuar?- preguntó Juan.
-¿Acá? ¡No, olvidalo!- respondió el hombre
-Por favor, me hago pipí- rogó Juan

El hombre hizo un ademán de desprecio y le permitió salir.

En la funeraria, cuando Jorge y él iban caminando abrazados, logró meterle la mano en el bolsillo y sacarle el teléfono celular. No podía desperdiciar esa oportunidad, caminó hasta darle la espalda al vehículo y marcó el teléfono de su novia. Puso el teléfono en altavoz colocándolo en su entrepierna. El celular comenzó a repicar. Esperó un momento hasta que contestaron.

-Patri...- alcanzó a decir y colgaron. Enseguida comenzó a marcar de nuevo los números con desespero. Repicó de nuevo.

-¡Juan!- gritó el hombre del traje bajándose de la camioneta.
-¡Ya termino! - respondió Juan.
-¡Tranca antes que te caiga la contestadora! - dijo el hombre mostrándole el teléfono de su novia.

Juan se regresó cabizbajo y se montó nuevamente.

-Buen intento, no puedo negar que fue inteligente. - dijo el hombre - Escúchame, pronto te dejaremos en paz. Ahora, ¿te gustan los hoteles cinco estrellas?-
-Me encantan- respondió Juan irónico y resignado.
-Perfecto. Vamos en camino al Marriott de El Rosal. Es un hotel lujoso, así que estarás bien vigilado por el personal. Por lo tanto, tendrás que actuar con mucho cuidado. Hay un salón enorme que se llama Michelena donde hay una convención de médicos-
-Bien, ¿los mato a todos?-
-No, déjame el sarcasmo a mi. Deberás buscar a Manuel Moncada y una vez que estés al lado de él me llamarás. Ni antes ni después, ni tampoco a más nadie. ¿Quedó claro?-
-Sí, muy claro. ¿No me vas a dar una pistola o algo?-
-No será necesario- le respondió el hombre.

El hotel Marriott de Caracas goza de tener una de las mejores salas de conferencias de toda la capital. A los pocos minutos la camioneta se colocó en las puertas del hotel y Juan se bajó ante la mirada inédita de los botones que allí se encontraban. Atravesó la puerta. A la derecha estaba la lujosa recepción. Uno de los agentes de seguridad del hotel se le acercó.

-¿Puedo ayudarlo en algo, señor?- preguntó el guardia.
-Busco el salón Michelena. Soy asistente de uno de los médicos y necesito ubicarlo urgentemente. Hay una emergencia con un paciente-
-El salón Michelena se encuentra al fondo de ese pasillo a la izquierda y de nuevo a la derecha. Al bajar las escaleras puede conseguir la entrada al salón-
-Ha sido usted muy amable-

Juan caminó exactamente como el guardia dijo y llegó hasta la puerta del salón. El lujo del hotel le hacía recordar con ironía al lugar donde todo esto había comenzado. Alrededor se encontraban muchos hombres hablando en varios idiomas. Entró directamente hasta el fondo, cerca del podio, donde un señor hablaba en inglés de, quizás, las últimas tendencias en cirugía. Juan se colocó al lado del extranjero y éste lo miró con sorpresa.

-I'm sorry. ¿Can I help you?-
- Sí, sí. Un segundo nada más. - acercó su boca al micrófono -¿señor Manuel Moncada?, por favor el señor Manuel Moncada se le solicita en la recepción. Su vehículo está mal estacionado-

Justo se levantó un hombre medio calvo y con un bigote abundante, empezó a caminar hasta la puerta. Juan se percató y lo alcanzó corriendo.

-¿Es usted Manuel Moncada?- preguntó Juan.
- Sí, pero no entiendo para qué les di la llave, si hay un problema con mi auto deben resolverlo ustedes mismos-
-Señor, no hay ningun problema con su carro-
-¿Entonces, para qué carajo me sacas?-

Juan le puso el teléfono en el oído. Al cabo de unos segundos Manuel Moncada respiró profundo. Sólo contestó que estaba de acuerdo con lo que el hombre del traje le estaba diciendo.

-Creo que debes venir conmigo. Se trata de tu novia, que por cierto, ya no está más en aquél hospital-

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