martes, 27 de enero de 2009

Arpa, cuatro and maraca's in Crack-ass (III)


Juan giró sobre sus talones. Frente a él, la señora aún lloraba con la intensidad de una regadera. Le invadió el deseo de sentarse con ella y acompañarla en su calvario, pero en vez de eso decidió que lo mejor sería regresar a la camioneta, sin importar que fuese con las manos vacías.

El destino jugó su papel clave: Juan pensó que antes de montarse en la camioneta sería conveniente pasar primero por el baño. Salió de la capilla, caminó unos pocos pasos y entró en el de caballeros.

Se dispuso a hacer lo propio en el urinario, cuando vio por el reflejo del espejo que entraba un hombre moreno y fornido, de parecido asombroso al de la foto. La sorpresa de Juan hizo que perdiera el equilibrio mientras orinaba. Pensó que era una mala jugada de su mente, que no podía haber visto a dos hombres iguales.

El hombre musculoso se metió en uno de los cubículos del baño y cerró la puerta. Juan no le encontraba explicación a lo que había visto, pero sabía que debía hacer algo para averiguarlo. Se metió en el cubículo de al lado, se bajó los pantalones para no levantar sospechas y esperó. Después de unos minutos, el hombre musculoso salió. Juan se subió los pantalones, abrió la puerta, sacó el revólver y con los brazos extendidos lo puso en la nuca del hombre.

- Quédate muy quietecito o te mato.- dijo Juan, en voz baja. El hombre no se inmutó ni se movió, parecía que no era la primera vez que alguien lo apuntaba con un arma.

-¡Camina! - le ordenó Juan. Ambos hombres entraron de nuevo a uno de los cubículos.

- No te aconsejo que me hagas algo.- dijo el hombre -Afuera están esperándome y si ven algo raro te.... -

Juan lo interrumpió - ¡Cállate!, te pones bruto y disparo.- continuó -Escúchame, no quiero peos contigo. Vas a hacer exactamente lo que te diga: afuera nos está esperando una camioneta, vas a caminar al lado mío muy tranquilito. Haces cualquier movimiento y te quedarás en el mejor lugar para morir. ¿Quedó claro?-

El moreno asintió con la cabeza. La diferencia de tamaño entre los dos hombres era evidente. Aún así, Juan le ordenó que lo abrazara. Otra hubiese sido la historia si tan sólo el hombre musculoso hubiese sabido que el arma era inservible. En cambio, ambos salieron del baño y caminaron por el corredor, mientras Juan mantenía el cañón del revolver apretado contra su enorme pierna.

- ¡Epa Jorge, ¿pa' dónde vas?!- se oyó una voz detrás de ellos.

El moreno giró su cabeza y Juan hundió el arma contra su pierna. - Tranquilito te dije.-

Estaban a punto de salir a la calle cuando comenzó el caos. El otro hombre que estaba detrás de ellos sacó una pistola 9 m.m y apuntó a Juan. Haló el gatillo y por fortuna, la bala pasó oliendo su piel. El hombre fornido intentó alejarse pero Juan sacó su revólver y se lo colocó en el cuello. Otros dos disparos sonaron.

De repente el estruendo fue tremendo, de la camioneta salieron dos hombres armados y abrieron fuego contra la funeraria. Juan y su acompañante quedaron atrapados entre ambas ráfagas y no tuvieron más remedio que echarse al piso. Uno de los hombres bien vestidos y fuertemente armado agarró al moreno musculoso por la ropa y a la fuerza logró meterlo dentro de la maleta de la camioneta.

Juan se quedó petrificado en el piso, mientras toda la gente en la funeraria corría hacia todos lados. El otro hombre bien vestido del hospital se le acercó.

- ¿Vienes o te vas a quedar a charlar otro rato?- le preguntó a Juan.

Decenas de testigos vieron a los hombres entrar al vehículo y alejarse a toda velocidad por la calle hasta cruzar a la derecha en la Avenida Libertador. El amigo del moreno que estaba dentro de la funeraria recibió un disparo en el pecho y falleció a los pocos minutos. Fue la única persona herida en el tiroteo.

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