Después de salir de Don Taco, en el centro Sambil, la sensación en el estómago fue indescriptible. -Llegaron las tostadas- pensé, al sentir un alboroto creciente en mi estómago, parecido al movimiento de un pez fuera del agua y un ruido escalofriante.
Definitivamente tuve que ir al baño más cercano, ahí mismito en la feria de comida rápida. Caminando apurado esquivando a la gente, alcancé la entrada del baño.
En este punto de la historia estarán preguntándose de qué se trata todo esto. Pues, lo curioso ocurrió cuando entré corriendo en el cubículo del baño y me instalé a hacer lo propio.
En esas andaba yo, cuando, justo al lado en el otro cubículo, siento que entra un hombre que venía detrás de mi.
-Otro de Don Taco- pensé por un momento.
Seguía en lo mio, cuando otro hombre entró al baño, caminó a lo largo de los cubículos y se metió justamente en el que estaba a mi lado, el mismo donde estaba el hombre anterior.
-La pinga, dos maricones- dije para mi, mientras me las ingeniaba para no tocar la tapa de la poceta... y empezar aquel ritual para ir al baño en un centro comercial, pero eso es de otro cuento.
Me quedé lo más cayado posible.
-¿Qué fue?- dijo sutilmente el hombre 1.
-¿Cómo que qué fue diablo?.. nojoda hiciste que me metiera en tremendo peo y esa sí que la pagas!- le respondió el hombre 2.
-Coño arturo, ¿qué carajo querías tú que hiciera con el polichacao que venía esmachetao?
-Veeerga, cualquier vaina menos dejarme ahí. Sabías que no lo había visto por estar tumbándole el reloj a la menol esa.
-Tanto que te dije que tuvieras pilas
-No cantaste la zona y listo!.- Sentenció el hombre 2.
-Y ¿qué fue lo que pasó con el tombo?-
-Tuve que sacar el chopo y le metí un tiro, o dos.. no sé!.. salí corriendo igual.
-Vergación- exclamó el primero en perfecto maracucho.
Y siguió la charla.
Yo, petrificado e inmóvil en la poceta, trataba de no hacer ningún ruido posible. Ya había oido demasiado para el gusto de ellos. Como leí en algún libro de espionaje, nadie debe saber más de lo que puede.
Me empezaron a temblar las piernas por los nervios. Necesitaba salir de ahí sin que ellos supieran que yo estuve detrás de esa falsa pared todo el tiempo.
Me agaché lo más que pude y pasé a través del hueco que queda entre la división del baño y el piso. Pero, con tanto nerviosismo, se me olvidó apretarme la correa. Y la parte metálica de la hebilla sonó estrepitante contra el piso. De allí, sólo tuve el tiempo suficiente para dar un brinco, y pegarme a la pared para simular estar llegando para orinar. Uno de los hombres me vio, alcancé a verlo por encima de mis hombros disimuladamente, y volvió a meterse en el cubículo.
Al par de segundos se oyó en todo el baño:
-Ay mana... ya sabes! Te me portas bien jujuju- y el sujeto pasó detrás de mi caminando de forma amanerada.
-Tranquila gorda que después hablamos.. - le respondió el otro.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario